lunes, 22 de noviembre de 2010

Reencuentro.

Es el primer cuento de este blog, de espero muchos más. Memorizar.



Reencuentro.

Precisamente fue en este lugar. Recuerdo cada detalle con la precisión de la memoria reciente. No en vano, decimos “parece que fue ayer” al instante en que cerramos los ojos y repetimos ese día lejano momento a momento. Porque sinceramente recuerdo tu piel fresca, recién afeitada y suave, con dos cortes, uno debajo del labio, otro en la mejilla izquierda, tus ojos llorosos, el olor de ese perfume que te había regalado para tu último cumpleaños, la calidez del beso antes de irte, y la promesa de escribir siempre, pero siempre a pesar de todo.

Como no recordar ese adiós, si recuerdo todo lo que sucedió antes,  con algunos detalles menos tal vez porque nunca recordamos todo lo que quisiéramos. Sería tal vez muy doloroso.

Catorce años han pasado de aquella vez que entraste, como siempre, interrumpiendo en la clase de Historia Social General, con la camisa beige de corte obrero, la barba larga,  pelo ondulado, y  la  piel tostada al sol. Representabas a la corriente Justicialista de Liberación, una tendencia peronista de izquierda, con ciertas cercanías a Montoneros. Llegabas así, espontáneamente, entrabas y decías “compañeros”. ¡Que rabietas me agarraba con ese “compañeros”! ¡”Compañeros” son los que luchan por la revolución socialista, no por la vuelta de un militar! Te grité ese día, ya cansada de tus discursos de patria socialista, con Perón y Evita. Te desencajé. Pero nunca te hacías drama por nada así que seguiste hablando como si nada, porque vivías en tu mundo, no te importaba nada, ni te reíste, ni te molestó, ni me miraste, vos como si nada seguiste hablando de Perón y Evita

“Living is easy with eyes closed, misunderstanding all you see, it´s getting hard to be someone, butt it all works out. It´s doesn´t matter much to me. Let me take you down cause i´m going to, Strawberry Fields, nothing is real, and nothing to get hungabout, Strawberry Fields Forever”.

Me cantaste al oído, esa canción de The Beatles mientras yo leía poesías de Alejandra Pizarnik.  Y le agregaste: “además de leer sos muy bonita, aunque también bastante gorila”. Así fue nuestro primer encuentro, hace catorce años. Como lo voy a olvidar.




Desde arriba no se ve bien el lugar, pero creo que el aeropuerto debe estar cambiado. Pasaron muchos años desde aquella vez que te deje bastante triste en este aeropuerto que desde acá arriba parece una mancha, en algún momento hasta llegue a pensar que no regresaría jamás. Desde que el viejo hijo de puta nos cagó en el 74, eligiendo a la burocracia en lugar de la juventud que organizó la heroica resistencia que permitió su vuelta, todo se fue a pique. Me tuve que ir, porque el Brujo, y vos sabías Cecilia, vos me lo dijiste siempre, el brujo organizó una fuerza de choque paramilitar caza montoneros, y comunistas y me las vi pesadas, bah, nos las vimos pesadas. En el 75 ya estaba casi todo dicho, iba a haber un golpe militar de buenas a primeras y ahí sí, a la mierda todo. Tanta lucha, tanta patria socialista, tanto Perón y Evita para nada, para tener que rajar antes de nos exterminen, si ¡ni siquiera estábamos organizados como para resistir!.

Ni tiempo hubo de largar la militancia para irme con vos, como siempre me pedías, al campo, a vivir tranquilos, y de paso armar nuestro hogar y nuestra familia, ese sueño que empezamos a elaborar cuando me interrumpiste con ese grito en la clase de Social General. ¡Te quería matar! Organicé la venganza para la tarde, mientras leías (como siempre) en el patio, pero me achiqué cuando te vi con el pelo suelto pasando los hombros, en las manos un libro de poesías de Pizarnik, y los ojos tan comprometidos en la belleza  de esas palabras que siempre me leías con pasión “Memoria iluminada, galería donde vaga, la sombra de lo que espero,  no es verdad que vendrá, no es verdad que no vendrá”. Me enamoré de vos, y sólo me salió acercarme y cantarte “Strawberry Fields Forever” al oído. Te reíste diez minutos ¡Yo seré Gorila, pero habrase visto un nacionalista como vos cantando un tema de una banda inglesa!

Ese día estabas muy nerviosa. Yo te miré con amor, como siempre, pero vos te diste cuenta al momento. –“¿Te vas afuera, no?”  “Hasta que se calmen las cosas” te dije con algo de resignación, sabía que iba para largo, y prometí escribirte, lloré, te besé (todavía llevo ese beso en mis labios) y me vine a Paris, donde estaban los chicos de ingeniería que militaban conmigo. Acá pasamos ocho años entre discusiones altruistas, culpamos a Perón, a López Rega, a la burocracia, nos lamentamos de ser tan pelotudos y sobre todo, nos hicimos compañía entre la soledad de los callejones  que conocíamos tan bien gracias a Cortazar.



El Avión está descendiendo y por altoparlantes ya anuncian el arribo de no se que número de vuelo, Paris-Buenos Aires. Y de a poco veo el pasaje bajar, tantas soledades reencontrarse con los suyos, y ahí venís vos, la barba otra vez, el pelo ondulado, la camisa arremangada y te veo buscar con la mirada, ¿me buscarás a mi? ¿Buscarás algún familiar que te fue a recibir?  Qué emoción Martín, estás de nuevo acá, después de tanta mierda, de tanto palo, tanta represión, tantos amigos que se fueron, tantos que los chuparon, tantas historias desangradas, y vos acá de nuevo. Venís caminando hacia mí y cuando me reconoces arrancas una corrida. No puedo esperar el abrazo, tus abrazos, sos vos.




Después de abrirse de la puerta del avión levanté la mirada y empecé a buscarte como un loco que perdió algo y se acordó en el momento de llegar. ¡Que cambiado está esto carajo! ¡Como destruyeron todo estos milicos, siete años y además de la economía, ni las estructuras arquitectónicas dejaron sanas! Pero ahí estás vos, entre tanto odio, tanta muerte, tanta lucha y tantos que faltan estás vos, ahí voy Cecilia, empecemos de nuevo, acá, exactamente donde nos quedamos.

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